Los restos de León Iruretagoyena ya reposan en el cementerio de Irun por deseo de su familia que se han trasladado desde Madrid para traer sus cenizas.
Ha tenido lugar el sábado día 11 de junio de 2022 y el Ayuntamiento ha realizado un acto-homenaje en el que ha participado nuestra asociación.
Nace en Irun en 1858 y muere en México en 1940, exiliado en este pais tras el estallido del Golpe de Estado.
Fue Alcalde de Irun en dos legislaturas (1904-1909 y 1912-1920). Primer Teniente de Alcalde en 1903, año en el que colaboró activamente en las Fiestas Euskaras de ese año, y Segundo Teniente de Alcalde en 1902.
En 1886 participó como vocal en el comité Republicano Federalista de Irun y al año siguiente le nombraron presidente de dicho comité.
En 1920 le fue impuesta por el gobierno francés la Cruz de la Legión de Honor y en 1932, el presidente Niceto Alcalá Zamora la insignia y banda de la Orden de la República. En este año también fue nombrado Alcalde Honorario de Irun.
Concesión de la Banda de la República en el Ayuntamiento de Irun
Banda de la República
Legión de Honor
Perteneció a la Agrupación al Servicio de la República junto a Nicolás Guerendiain, quienes el 14 de abril de 1931, junto a Emilio Zufía (Centro Republicano) y Aquilino Gutiérrez (Agrupación Socialista), se presentaron en el Ayuntamiento y dictaron un bando en el que daban a conocer las últimas noticias y proclamaban la República.
Dada su integridad, fue objeto de continuas alabanzas relativas no sólo a su gestión política sino también a su valor humano. Así por ejemplo, en 1912, El Bidasoa le calificaba de: “honrado, sencillo, trabajador y consecuente, que a todos, sin excepción de partidos, inspira el mayor respeto y consideración”. Se le califica, además de hombre honradísimo de buen corazón. "...a las 9 de la mañana, iba León Iruretagoyena a la Casa Consistorial a trabajar, anunciaba así la hora de entrar al Ayuntamiento, con exactitud cronométrica..." También alababa sus gestos hacia la clase trabajadora, "...principalmente la clase humilde y los aldeanos, a quienes ya no se engaña con aquello de que don León iba a cerrar las iglesias, suprimir las procesiones, etc."
En "Irun Republicano" en un artículo aparecido el 17 de septiembre de 1932 se dicen cosas como "...Añadan a esa bondad tan característica en él, honradez acrisolada y laboriosidad. Profundos y arraigados sentimientos democráticos allí muy adentro, en el fondo de su alma, a los que ha permanecido y permanecerá fiel toda su vida, completan su carácter. Nunca le alcanzaron con el lodo los indeseables que pretendieron en ocasiones ensuciarlo con motivos mezquinos. D. León -como familiarmente le llamamos- ha sido y es un ejemplo que todos debiéramos imitar...."
Con motivo de su marcha a Madrid en 1935, por motivos personales, remitió una carta de despedida que fue leída en sesión ordinaria del 25 de septiembrede ese año.
"Razones familiares me obligan a fijar mi residencia en Madrid y a abandonar este pueblo de Irún que me es tan querido y a separarme de mis amigos y cosas con quieres he convivido hasta hoy.
Hubiese querido tener el valor necesario para decir a mi pueblo, de palabra, cuan grande es mi agradecimiento por el afecto y distinciones constantes que inmerecidamente me dispensa.
Los años no me permiten cierta clase de emociones, y por eso me permito enviar estas líneas a ese Exmo. Ayuntamiento con el ruego de que sea intérprete de mis sentimientos cerca del pueblo de Irún.
Sepan todos que allí donde me encuentre y en la medida de mis fuerzas lo permitan, estaré siempre dispuesto y deseoso de hacer algo por mi pueblo. Reciban todos un fraternal abrazo con la expresión de mi agradecimiento."
Jaime Tomás Iruretagoyena (nieto de León Iruretagoyena - 1996)
Juanita Iruretagoyena y Victoria Kent
La guerra de 1936 no sorprendió a D. León Iruretagoyena, durante tantos años alcalde electo de Irun, en su ciudad natal, sino en Madrid, donde pasaba junto con su esposa nacida en Hendaya, una temporada con su hija menor, Juanita, el marido de ésta. Francisco Tomás Rentería, y los dos hijos de esta pareja y nietos de D. León, Jaime y Ana María. En el mismo edificio vivían también su hija Julia, viuda del fundador de las Juventudes Socialistas en España, Tomás Meabe, el hijo de ésta, Leonchu Meabe y una gran admiradora de D.León, Victoria Kent, que solía pasar los veranos en Irun, en casa de él, y a quien los nietos llamaban "tía". Durante esta época, D. León reanudó sus paseos de Irun, esta vez por el parque del Retiro de Madrid. Muchos, al ver a este anciano erguido, con barba y pelo blanco y su bastón, le saludaban, confundiéndolo con el marqués de X. Él, acostumbrado a los saludos que recibía en Mendibil y en el Paseo de Colón de Irun, respondía cortésmente al saludo.
Los primeros tiempos de la guerra civil, como los últimos, no fueron fáciles en Madrid. Aparte de algunos bombardeos esporádicos (los masivos no habían comenzado todavía), estaban los "pacos", llamados así porque hacían "pac-pac" al disparar en la noche desde las azoteas, con el fin de crear una atmósfera de inestabilidad e inquietud. Eran en efecto contestados por descargas cerradas de los milicianos en la calle, entre gritos de ¡no tiréis así!. Cuando esto ocurría era necesario abrir las contraventanas, cerrar las ventanas y encender la luz del interior con el fin de que éste se viere mejor desde la calle, tarea que generalmente hacía Francisco Tomás y en ocasiones el propio D. León, con el riesgo de recibir una bala.
A finales de agosto nombraron a Francisco Tomás vicecónsul de España en París y D. León, su esposa Maríe y la familia Tomás se trasladaron a Barcelona para esperar el permiso de pasar a Francia. Este viaje tampoco resultó cómodo. Las vicisitudes del frente hacían que para ir de Madrid a Barcelona, en aquella época, había que pasar dando la vuelta por Valencia. En la noche se encontraron con un tren, todavía ardiendo, recién bombardeado. Finalmente, llegaron a Barcelona.
Allí había desfiles de las tropas que iban al frente y un día desfiló un batallón de Irun, cuyos integrantes, al reconocer a D. León al borde de la acera y, por qué no decirlo, al borde de las lágrimas también rompían filas e iban a saludarlo. También en Barcelona se enteraron de una terrible noticia; León Meabe, nieto, como dijimos, de D. León Iruretagoyena e hijo de Tomás Meabe, era químico y había muerto en el estallido de una fábrica de explosivos en Madrid. En el mismo accidente perdió un ojo el conocido biólogo Faustino Cordón.
Marie Lasalle, esposa de León Iruretagoyena
Julia, hija de León Iruretagoyena
Juana, hija de León Iruretagoyena
La familia pudo pasar al lado francés a fines de septiembre o primeros de octubre de 1936 y nunca olvidarían la sensación de paz que producían del lado francés, una máquina haciendo maniobras en la estación de Cerbère y unas tortillas, primeros huevos que comían en meses. Llegados a París fueron a vivir a la pensión du Bois de Boulogne, 37 avenue du Neuilly, y allí don León reanudó sus paseos esta vez con un paisaje más parecido a Irun, en el Bois de Boulogne. Cuando su yerno Francisco Tomás fue nombrado Cónsul encargado del Consulado General de España en Francia, fueron a vivir a este Consulado, 165 Boulevard Malesherbes, donde D. León y su señora tenían un piso para ellos. Pronto fue a vivir a París Julia Meabe, la hija de D. León a la que antes hicimos referencia, que había prohijado un niño huérfano de la guerra civil, pero que nunca pudo sobreponerse a la pérdida de su único hijo, Leonchu, después de la de su marido Tomás Meabe.
Finalizada la guerra civil en 1939, la mayoría de la familia quería quedarse en Francia, pero Francisco Tomás, con visión profética, dijo que la segunda guerra mundial estaba a las puertas y que dentro de poco los alemanes estarían en las calles de París. También Francisco dijo a su hijo Jaime: "no sé si el día de mañana dirás que eres el hijo de un hombre honrado o de un idiota, pero la caja del Consulado es del pueblo español y yo he de entregarla a las autoridades franquistas". D. León vendió entonces un par de pendientes de su mujer, con diamantes de tal tamaño, que bastaron par pagar la ida de toda la familia a México (7 personas). La familia se trasladó entonces a Le Havre, en Sainte-Adresse, el extremo del cabo de la Hève, a esperar, como tantos otros, el barco que debía conducirles a América. Se embarcaron por fin en el "Champlain", barco de la Trasatlántica francesa que se hundió en el viaje siguiente, ya en plena Guerra Mundial, al chocar contra una mina alemana Acudió a despedirles Victoria Kent, pero fue imposible distinguirla, desde arriba, en medio del gentío que llenaba los muelles. Con ellos se embarcó la familia Mazón. Eduardo Mazón había sido Canciller del Consulado de España en París y había perdido a su hijo mayor en el frente del Ebro.
Llegados a Nueva York, pudieron contemplar una escena, calco fiel de la de una película de Charlot sobre emigrantes que llegaban a los Estados Unidos. Antes de entrar a puerto debieron fondear en el río debido a la niebla y al disiparse ésta apareció la estatua de la Libertad con gran contento de todos. Minutos después subió la policía a bordo y condujo a todos los españoles menos a las familias Tomás y Mazón, por haber sido Francisco Tomás y Eduardo Mazón empleados del consulado de España en París, a la Isla de Ellis, donde debían esperar el barco que los condujera a México Desembarcaron, en medio de un calor insoportable, y después de unos días en Nueva York, tomaron el autobús de una conocida empresa norteamericana que debía conducirlos a la frontera. En aquella época no se utilizaba el aire acondicionado como hoy y la refrigeración se hacía con grande ventiladores en el techo de los hoteles y otros lugares públicos. En Estados Unidos atravesaron varias ciudades, como S. Luis, Dallas, San Antonio, etc.. El racismo brillaba con todo su esplendor en los estados del Sur y en ellos estaban separados los "hombres blancos" y los "hombres de color' no solo en los autobuses, restaurantes y cafeterías, sino también en las fuentes para beber agua y en los parques públicos. Llegaron así a Laredo, Tejas, y pasaron la frontera.
En aquella época tampoco México era lo que es ahora y pasar el Río Bravo significaba pasar de la limpieza a la suciedad y a las moscas. Tomaron allí un destartalado autobús que les condujo a la ciudad de Monterrey. Allí descansaron unos días y al preguntarle a D. León en la agencia de viaje qué clase quería en el tren que les iba a conducir a la capital de México, él, acostumbrado a lo ferrocarriles europeos, dijo que primera. Debería haber dicho Pullman, pues la primera resultó ser una especie de tranvía, lleno de mujeres con gallinas y bastante sucio. Siempre pulcro, no salió de los labios de D. León una palabra de queja durante todo su exilio. Al preguntar a sus compañeros de viaje por qué llevaban un vagón blindado lleno de soldados, detrás de la máquina, le contestaron: "La bola". "La semana pasada los partidarios de Almazán echaron dos trenes al barranco". Era la época de la sucesión de Cárdenas, a la que se presentaban dos generales del ejército. Avila Camacho y Almazán. Ganó el primero. El tren circuló lentamente durante la noche.
En la capital, alquilaron una casa frente a la Cruz Roja en la calle Monterrey, cerca de la Av. Insurgente.
La casa de al lado la alquiló la familia Mazón. D. León, siempre con su boina vasca, sus guantes y su bastón, reanudó sus paseos, esta vez en un paisaje más árido y seco, muy diferente a su Irun natal, el bosque de Chapultepec. No llegó a conocer, como conoció el resto de su familia, a buenos amigos mexicanos. Por aquella época los mexicanos distinguían dos tipos de personas entre los españoles: los "gachupines" que en lengua indígena significa hombre a caballo, palabra con la que designaban a los que habían ido a "hacer la América", y los "refugiados", los que habían ido acogidos por el Presidente Cárdenas, como D. León y su familia, que contribuyeron no poco al resurgimiento de México y al progreso de su Universidad.
D. León tenía una salud de hierro, en parte debido a la vida sana que llevaba y a los 84 años tenía por todo arreglo bucal, dos muelas empastadas. La dentadura era muy blanca como su cabello y su barba. Meses después de llegar, el mismo día que Italia entró en la Guerra, se sintió mal y se quedó en la cama. Su nieto Jaime entró en el cuarto para darle la noticia y preguntó ¿que declaración ha hecho?. Estas fueron seguramente sus últimas palabras. Esa noche moría de un ataque de uremia. El entierro lo organizó Indalecio Prieto, también exilado político, y a él acudió toda la colonia española Fue una verdadera manifestación. Fue enterrado en el Panteón Español de México, donde poco después le siguió su mujer Marie. En esa época morían muchos exilados españoles, debido seguramente al stress y a la depresión que siguieron a la emigración.