Asociación Republicana Irunesa
"Nicolás Guerendiain"
Defensa de los valores republicanos y la recuperación de la memoria histórica

Relato ganador. (16 a 25 años). Autora: Amaia Goñi Vega

Cuestión de pasta

Cartel del concurso literario

He de admitir que tengo una extraña fijación con los pósters. O eso, o demasiado tiempo libre, no sabría porqué decantarme. Y mientras observo uno enorme de unos recién gratinados y suculentos canelones a la vez que sorbo con cautela el ardiente café servido en el cutre restaurante, comienzo a pensar a qué sabrá el alimento ingerido si, observando el mencionado póster, degustase una lasaña. ¿Qué es lo que importa, la forma o el contenido? ¿Estaríamos comiendo por los ojos? Definitivamente: me decanto por el exceso de tiempo libre, o una neoplasia de pensamientos con una metástasis en paranoias. De algo hay que morir, supongo...

El amargo café está llegando a su fin. Por ello, y para alargar éste mi estado de plusvalía sobre los viandantes que congelados caminan apresurados por la calzada, comienzo a juguetear con el azucarillo que más me hubiera valido emplear anteriormente. Sin embargo, algo en la calle llama mi atención. Se trata, nuevamente, de otro pseudocartel, esta vez creativo, ecológico, artístico digamos, incluso firmado. "Ayuda porfabof, en material cartón-lápiz. No está sujeto con unas débiles y huesudas manos, sino con la lucha y la esperanza de las que dispone un pequeño hombre sentado sobre los irregulares escalones que dan la entrada al local. ¿Qué vuelve a importar, la forma o el contenido? Por desgracia, la forma o escena física se impone ante el contenido o historia personal; los canelones se sublevan ante las lasañas.

Puedo observar cuanto me plazca, el cristal policromado es el mejor escudo nunca antes descubierto. Bajo a su amparo puedo observar al improvisado artista, cabizbajo y naufragando hacia la desesperanza, con el deseo de cualquier mísera moneda que mantenga su navío a flote unos instantes más. Comienza a llover fuera, mas la nao sigue luchando contra la tempestad ante quienes ignoran su coraje incondicional.

Doy mi último sorbo al café ya frío y realizo la más representativa mueca de repugnancia ante su amargor. Con este gesto aún vigente, me dirijo hacia la puerta y veo ante mí un hombre de raza oscura, alterado y ataviado con grandes ropas y un par de vaqueros a los que parecía no haberse acostumbrado aún. Disponía de un gran saco a sus espaldas, que parecía ser pesado y el cual le restaba agilidad, mas no debió de importarle, ya que paró en seco al ver al hombre situado en las escaleras, y reparó en su cartel. Después de difícilmente tratar de leer y musitar aquellas tres palabras de socorro que el náufrago ya no podía gritar, hurgó en sus bolsillos y halló un puñado de monedas y se las entregó convencido. Rápidamente, desmarañó su improvisado petate de forma ya automatizada y le ofreció un jersey deportivo, de marca "Bike", para que no pasase frío. El hombre que se me antojó el mejor de los Baltasares, se fue con la mayor de las sonrisas.

Quedé paralizado por la escena, y fue entonces cuando caí en la cuenta de que el amargor del café había sido intencionado por el destino para neutralizar la dulce estampa que había saboreado, esa misma que fue culpable de la mayor híper glucemia sentimental que jamás había padecido.

-Póngame también una lasaña para llevar, por favor. -Demandé al camarero, impulsado por tales actos de buena fe.

-Marchando '-prometió extrañado.

Acabo de tomar el compromiso de que el náufrago hoy vea tierra; de que el hambre deje de azotar su navío al menos por unos pocos instantes. ¿Por qué? Porque esta vez, por fin, he encontrado respuesta a una de mis preguntas imposibles: No importa la forma ni la apariencia física, ya sea de personas o insignificantes asuntos o comidas como los canelones, ya que lo verdaderamente importante es el contenido que guarda en el interior de las mismas.

-¿Qué ingredientes quiere que lleve la lasaña en su interior? -me preguntó el camarero de fondo.

-Lo mejor que tengan, por favor. -Debí haber dicho. Sin embargo, quedé mudo, ausente, encantado por la magia del escenario. "Cariño, comprensión y bondad" hubiera sido la respuesta idónea.

Magallanes